ella no creía en los finales felices, pero quería que le demostraran que estaba equivocada

Rutina.

En las mañanas despertaba con dolor en el cuello y aliento desagradable. Lograba revivir cuando tomaba su café negro y se lavaba la cara. Le parecía romántico el olor a café recién hecho y se fumaría un cigarro igual sino fuera por el daño que provocaba a sus pulmones.
Mientras disfrutaba su café, escribía sus sueños en una libreta verde como un limón en su punto exacto. Cuando no recordaba sus sueños, escribía frases poéticas con casi nada de sentido que después convertía en historias fantásticas.
Era un intento de mañana perfecta, arruinado por la prisa de llegar a tiempo y un día ordinario más para el calendario. Regresaba exhausta y sin ganas de ser la persona que su niña interior siempre quiso ser.
Hubiera querido regresar y hacer una cena saludable, una ensalada y un platillo con nombre griego, no tan complicados de preparar pero tampoco tan sencillos. Después de eso tomaría un té en lo que leía unas páginas de una novela clásica y acto seguido tomaría un baño con una copa de vino tinto y haría algo igual de romántico para antes de dormir.
La realidad que la esperaba era la comida recalentada del fin de semana, un rato de televisión sin sentido y una ducha rápida para no perder tiempo y dormir más de 8 horas esa noche.
A veces pensaba en esa vida perfecta que sonaba imposible, a veces pensaba que no valía la pena, a veces la deseaba con todo su corazón. Suspiraba y se concentraba en un libro de auto-ayuda que parecía no ayudarle en absoluto.
Esperaba conocer el mundo entero a los 26 y haber encontrado el amor de su vida a los 27. Sin embargo, en un mes vería los 28 y se encontraba aún perdida en el ritmo apresurado de la ciudad.
Esa era su rutina, pero tres días antes de su cumpleaños número 28 agarró sus maletas y se largó al lugar de perdición favorito de los 20s, llegó a tiempo para un café, compró un libro de Hemingway y entabló conversación con el hombre sentado al lado suyo en una típica cafetería parisina. Esa mañana decidió tomar el café con leche y fumar un cigarro mentolado, la vida es muy corta para no hacerla una aventura romántica.

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